jueves, 20 de enero de 2011

34

Si hoy encontrara una explicación al sentido de la vida, podría acostarme tranquilo. Me acostaré nervioso, entonces. Si pudiera atisbar una insustancial gota de certeza en el sentido de la mía, podría morir tranquilo. Me temo que moriré nervioso.

Si al menos hubiera tenido hijos a los que transmitir, a la par que machacar, todas mis frustraciones y haber amado lo indecible, tendría mi coartada perfecta, ya habría encontrado tan quimérica respuesta. Pero me temo que por ahí no van a salir los tiros esta vez.

Analizándome en superficie, me diría que he vivido una vida no agitada, sino mezclada con sinsabores continuos que iban
acabando lentamente conmigo cuando las heridas del golpe anterior iban cicatrizando. A pesar de ello, lo he llevado bien y casi en todos los momentos de mi vida he sabido desbrozar los aspectos positivos que todo hecho, por nefasto que sea, lleva. Bueno, no todos los acontecimientos llevan un punto positivo, hay uno al que por mucho que mire, busque y escudriñe, no logro encontrar la positividad.

Del resto sí, de aquello que parecía un mazazo que iba a impedir levantarme, le sacaba el jugo, me hacía más fuerte y me preparaba para el siguiente. Aunque la huella que han dejado todas estas situaciones en mí es lo arrugado que estoy, de armadura y de vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario