viernes, 21 de enero de 2011

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¿Y cómo se supone que debíamos sentirnos los asturianines de la España más española en los impresionantes Estados Unidos de América en plenos años treinta, recién aterrizados, huyendo despavoridos de una malas previsiones y alojados con una rara familia extraña, aunque ellos se reconocieran como la típica familia americana, ja, que nos acogía exclusivamente por dinero, eso al principio, porque más tarde lo harían por dinero y por interés y cuyas sonrisas resultarían más falsas que una moneda de tres reales, haciendo piña, nosotros, simulando calor familiar por el día pero ahogando con la almohada el llanto diario individual por la noche para no demostrar a los demás la debilidad que todos sentíamos, al final iba a resultar que nos queríamos, topándonos de frente con un futuro desconocido que se presumía de un esperanzado y cálido color pero que resultaría tan gris como lo eran nuestros colores habituados de vida, dejando en España a quien no teníamos que haber dejado y creyendo, engañados, todas las previsiones que nos hablaban de una inversión, así lo llamaron los muy pazguatos, la cual resultaría rentable en unos años cuando nos reencontráramos todos y la experiencia de lo vivido nos haría más fuertes y también más seguros, seguro que eso lo decían por mí, planes bien proyectados pero fatal ejecutados? ¿Eh, John?
Ni puta idea.

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