lunes, 31 de enero de 2011

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Creo que se me hubiera dado muy bien educar a un par de hijos o dos (pares). Lo digo desde la más sincera ignorancia, como casi todo lo que proclamo, pero he observado las tribulaciones de los nuevos padres cuando son nuevos y pienso, ¿cómo es posible que algo tan nimio pueda provocar tantos quebraderos de cabeza a unos adultos supuestamente preparados?
Y es que si algo echo en falta de no haber procreado hijos a conciencia es el superávit de besos que, veo, se vienen conmigo. Y es que me encanta besar. Sé que mis hipotéticos hijos se hubieran saciado de mis besos pero yo se los hubiera lanzado a diario y a miles. Creo que la educación del beso es la más beneficiosa para todos.
En cambio, estos padres y estas madres, aunque son más estos padres, que hacen llorar a solas por las noches a sus hijos para que se curtan, pero en cambio no les permiten que lloren durante el día delante de sus amigos o les llaman campeones aunque no hayan ganado nada, estos padres que piensan que allanándoles el camino, van a conseguir que no se trastabillen… Estos padres me superan.
Se lo he dicho muchas veces a algunos en mi auténtica especialidad de metomentodo: No des pistas que despistas. Pues ni aún así, aprenden.

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