martes, 11 de enero de 2011

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Siempre me han gustado las matemáticas, los números, el álgebra y los procesos. Nunca he entendido el arte, la literatura, las letras y la filosofía. Siempre, nunca… Ni con mi exagerada edad he dejado de ser extremo. O blanco o negro, para qué vamos a intentar atemperarnos a estas alturas.
Las matemáticas me resultan oportunas en mi ocio, ahora, y en mi negocio, antes. Un día me explicaron que negocio es lo contrario de ocio (neg-ocio) ¿Me engañaron? Las utilizo, las matemáticas, en la cocina, en la música y en la fila del teatro, calculando si me van a quedar entradas y cuándo voy a comprarlas en función del ritmo de venta de las anteriores. No soy un enfermo, pensar te mantiene vivo.
Lo de las letras y el arte, es que me aburre. Salvando a Dickens y a Kandinsky, no entiendo estas novísimas hordas de alegóricos juntaletras y qué decir de las nuevas tendencias en la pintura. ¿A quién quieren engañar? Por Dickens siento debilidad por su manejo en la incertidumbre y la gestación de los grandes momentos. A Kandinsky le descubrí el día que murió y por una serie de circunstancias posteriores, su obra me cautivó.
Me aparece un tercer combatiente en el duelo letras contra números y es el amor. Y, ahora, pienso que debía haber amado más.

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