jueves, 27 de enero de 2011

40

En mi época de chupatintas, nunca ejecuté a nadie por lo que no iba conmigo lo de ejecutivo, conseguí una leve admiración laboral por los que me rodeaban a diario. No puedo explicar en qué lo notaba, pero mi opinión marcaba tendencia y mis actos provocaban algo en los demás. Como el ligero aleteo de la mariposa que puede provocar una tormenta. Pues yo era la mariposa.
Una vez me dio por guardar las grapas usadas en una cajita de plástico. ¿Por qué? No me hagan preguntas, sólo sé que lo hice.
La cajita iba llenándose muy despacio, pues aunque pasaban muchas grapas inservibles por mis manos, el espacio que ocupaban era, en principio, inapreciable.
Pero, claro, el tiempo pasa para todos, hasta para las grapas y años después la cajita iba tomando cierto color a grapa usada y los compañeros preguntaban cuál era el motivo de aquella extraña afición. Yo respondía, creando una expectación no buscada, que ya se enterarían cuando la caja se llenara. Ellos asentían firmemente y se preguntaban qué estaría tramando.
Finalmente, cuando el tiempo acotó el plazo, tuve que tomar una de las decisiones más importantes de mi vida. Ya no cabía una grapa más en la caja y algo tenía que hacer. Y lo hice. Cambié las grapas a una caja tres veces más grande.

No hay comentarios:

Publicar un comentario